Cada uno de nosotros estamos en busca de Dios. En el centro de nuestro ser, Dios nos ha creado para conocerlo y amarlo, y no importa lo que hayamos hecho en nuestras vidas, conservamos el deseo de estar en relación con el Dios que nos creó. Dios nunca deja de llamarnos: en nuestras vidas ocupadas o en nuestros corazones distraídos, podemos olvidarlo o incluso tratar de escondernos de Su rostro, pero el Dios que nos ama constantemente nos llama a encontrarlo en la relación conocida como ORACIÓN. A medida que aprendemos a responder a Su voz y a Su llamado de amor, respondemos a ese amor y aprendemos a imitarlo. A través de la práctica de la oración, nuestro corazón se forma y transforma, para que podamos aprender más profundamente del amor de Dios por nosotros e imitar Su amor en nuestro amor por los demás.
(adaptado del Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos 2566-67)